La diplomacia pública ha emergido como un componente esencial de la política exterior en el siglo XXI. Más allá de las negociaciones entre Estados, hoy los países compiten también por su imagen ante la opinión pública internacional. En este contexto, Colombia ha apostado por redefinir su presencia global, intentando desprenderse de los estigmas del pasado ligados al narcotráfico, la violencia y el conflicto armado. Sin embargo, estas transformaciones no han sido plenamente acompañadas de una percepción internacional favorable, especialmente en el campo del comercio exterior.
Diplomacia pública y proyección comercial
La diplomacia pública implica la promoción activa de una narrativa nacional que combine cultura, valores democráticos, políticas públicas y oportunidades económicas. En Colombia, entidades como ProColombia, el Ministerio de Relaciones Exteriores y las embajadas han diseñado estrategias para proyectar una imagen de país moderno, innovador y competitivo.
Campañas como:
Colombia, el riesgo es que te quieras quedar & Colombia, tierra de la sabrosura
han buscado atraer turismo, inversión extranjera y ampliar las exportaciones no tradicionales. La cultura, la biodiversidad, el talento humano y los acuerdos de libre comercio han sido los pilares discursivos de esta diplomacia.

Percepciones persistentes y brechas de imagen
Pese a estos esfuerzos, persisten barreras en la percepción internacional que afectan la confianza de inversionistas y socios comerciales. Estudios de Nation Branding indican que Colombia todavía es percibida en muchos países con desconfianza debido a su historial de inseguridad, corrupción e inestabilidad política.
Aunque ha habido mejoras, como el incremento de exportaciones de servicios y productos agroindustriales, muchos mercados aún asocian a Colombia con actividades ilícitas o con un entorno poco confiable para hacer negocios. Esto genera una “brecha de imagen”: mientras el país avanza en indicadores económicos y comerciales, su reputación tarda más en cambiar.
Impactos en el comercio exterior
La percepción negativa tiene impactos directos: dificulta el posicionamiento de marcas colombianas en el extranjero, eleva los costos de transacción, y reduce las posibilidades de negociación de acuerdos comerciales más ambiciosos.
Además, sectores con alto potencial (como el tecnológico, el farmacéutico o el de energías renovables) enfrentan obstáculos para obtener financiamiento o establecer alianzas estratégicas. Por ello, la diplomacia pública no puede limitarse a campañas simbólicas, sino que debe ser acompañada por acciones coherentes a nivel interno: seguridad jurídica, lucha contra la corrupción, fortalecimiento institucional y políticas sostenidas de desarrollo productivo.
Conclusión
Colombia ha recorrido un importante camino en materia de diplomacia pública, intentando posicionarse como un actor atractivo y confiable en el escenario internacional. Sin embargo, la percepción global sigue siendo un desafío clave para su comercio exterior. La imagen país no se transforma con slogans, sino con consistencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Para que la diplomacia pública tenga verdadero impacto en el comercio internacional, debe estar integrada a una estrategia de largo plazo que involucre al Estado, al sector privado y a la sociedad civil. Solo así Colombia podrá cerrar la brecha entre su realidad emergente y la percepción global que aún la ancla al pasado.